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BIENVENIDA A LOS LECTORES

En este blog encontraran los esfuerzos literarios de un grupo de amigos reunidos por su amor a la escritura que buscan difundir a todo el mundo los recovecos de su alma plasmados con la impronta dejada en estas letras

26/8/11

HAY AÑOS DE SECA

Todos los días nos hacíamos unas cuantas rondas de mate.
Hacía tres años que en la comarca no llovía, podríamos decir con exageración. Pero la verdad,es que la temporada de lluvias retardaba en llegar. Las aguadas se habían secado, por el pequeño arroyo, el que en otros tiempos era caudaloso, no corría ni una gota, los animales se nos estaban muriendo y qué decir de la cosecha de maíz y girasol; estaban totalmente quemadas por el sol.
Con este panorama, considerábamos perdida  nuestra chacra. Pero la señora que se había criado con nosotros desde que quedó huérfana, nos dijo que fuéramos a ver a doña Zenaida, que ella podría hacer llover y salvar las tres vacas y siete cabras que nos quedaban, fuimos y Doña Zenaida, nos preguntó si éramos creyentes a lo que contestamos afirmativamente. Hizo con sal una gran cruz en el patio clavó sobre ella una más pequeña hecha con ramas que sacó del algarrobo , tirándoles encima unas yerbas que tenía en una bolsita de arpillera y mirando hacia unas  pequeñas nubes que había en el horizonte dijo, “que llueva que llueva, la vieja está en la cueva los pajaritos cantan, las nubes se levantan, que si, que no, que caiga un chaparrón y santiguándose se retiró para su casa, nosotros, mi mujer y los chicos quedamos mirándonos extrañados, recordando el viejo cantito que nos solía recitar la abuela, cuando  de niños nos asustábamos con los truenos.
Al día siguiente, amaneció  el cielo encapotado y con unos refucilos impresionantes. A media mañana se largó a llover tan torrencialmente, que el agua al escurrirse por el patio, comenzó a arrastrar algunos enseres que teníamos descuidados bajo el algarrobo.
Luego mandé a los chicos a traer las cabras al corral y  atarlas lo a los postes y así evitar que se las llevara la correntada de la calle frente a casa. A media tarde se sentía rugir al arroyo como nunca, llevando troncos, sillas y cosas que sacó de los ranchos vecinos, Nosotros lo pasamos encerrados en la cocina prácticamente todo el día. Como a las diez de la noche amainó el temporal y dejó de llover.
Al otro día nos visitó Doña Zenaida para preguntarnos si necesitábamos alguna otra cosa.
Sabíamos que nuestro hijo menor estaba con una constipación de  diez días, pero con mi señora no nos animamos a pedirle nada y ella se retiró dándonos un fuerte abrazo s, al constipado no quiso ni tocarlo, es que Zenaida sabía bien lo generosos que eran con ella sus santos preferidos.
LAZARO

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