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BIENVENIDA A LOS LECTORES

En este blog encontraran los esfuerzos literarios de un grupo de amigos reunidos por su amor a la escritura que buscan difundir a todo el mundo los recovecos de su alma plasmados con la impronta dejada en estas letras

26/11/11

la amiga de Elena

GEORGE GERSHWING, UN AMERICANO EN PARIS cuadro de Miguel Covarrubias

La Amiga De Elena
de Luis Alberto Guiñazú
Conoció a Andrés en el baile donde fue acompañando a su amiga Elena.
Él la invitó a salir. Ella acudió a la cita a escondidas de su familia convencida por Elena, que para la ocasión le prestó un vestido.
Andrés era el primer chico que le atraía, algo mayor, simpático, aunque feúcho, la hacía reír con sus ocurrencias.
En esa primera cita, él le puso el brazo sobre sus hombros y deslizó la punta de sus dedos debajo de la blusa. Ella no supo cómo reaccionar, ni remotamente su abuela con la que vivía, le había hablado al respecto.
Pasada la sorpresa, aunque le gustó el cosquilleo de ese subrepticio contacto, se sintió invadida, humillada, y la cachetada restalló, pero sin convicción.
En los siguientes días, Andrés pasó repetidas veces por enfrente de su casa. Aunque ella no tenía conciencia del porqué se escondía para no ser vista.
Al fin, la persistencia tuvo su fruto. Se encontraron en el almacén.
Tras los pedidos de disculpas, Andrés insistió en volver a verla. La joven accedió: sería en el baile a donde acompañaría a su amiga Elena.
Andrés se apersonó apenas llegaron y desde ese momento bailaron toda la noche.
El aliento a cigarrillo barato de él la inundaba en cada beso Se sobresaltó cuando le introdujo la punta de su lengua entre sus labios.
La presión del abrazo sobre su espalda la impelía a estrecharse, sintiendo contra sí toda la exaltada masculinidad, que la llevó a un estremecimiento, a un cosquilleo, a una desconocida y agradable humedad. Excitación que la arrastró a la necesidad de estrecharse aún más a su acompañante.
Con desgano abandonaron la pista cuando la orquesta anunció un receso.
Elena y su novio los esperaban en la mesa.
Los muchachos las convidaron con fernet y coca. Uno de ellos repartió pastillas -“Para no sentir el cansancio y el calor”-dijeron.
Elena y su amiga comenzaron a reírse como locas ante cualquier pavada.
A la amiga de Elena no le importó, que por debajo de la mesa, Andrés incursionara con su mano entre sus piernas.
De regreso al barrio marcharon por calles oscuras.
La amiga de Elena iba mareada, con un persistente dolor de cabeza.
De pronto, apareció un grupo de muchachotes que se pelean; preventivamente se alejaron desviándose de su camino habitual.
Detuvieron su andar en una plaza oscura; se sentaron sobre el césped, entre los árboles que volvían umbroso el lugar. Allí, cada pareja consumó sus designios.
Con casi quince años, por su delgadez y la poca vigilancia de la abuela, pudo mantener en secreto el embarazo, hasta que estuvo muy próximo a su culminación.
El médico la llamó a un aparte, le informó que tenía Sida y por culpa de no haber atendido el desarrollo de la gestación, el bebé también estaba infectado.
La abuela rechazó horrorizada el hacerse cargo de ambos.
Hoy, con su bebé a cuestas, incursiona por los ómnibus, dando estampitas a cambio de unas monedas.