Al sonar el
despertador, Bernabé Trifásico de la Lün, con pereza intentó dejar la
cama. Ella estaba en medio del cuarto, pálida y desnuda. Aturdido aún, pues no
habían transcurrido muchas horas desde que pudo conciliar el sueño, trató de sentarse
al borde de la cama, se restregó sus aún adormecidos ojos y recordar la noche
de placer que había pasado. Vio una silueta que desconocía y asombrado le
preguntó:”¿ quien es Ud.?.¿no me conoces?”, aùn después de tantas caricias, no
sabes quién soy?. Si tras de apretujarnos y sentir nuestros cuerpos, nuestros
olores, no sabes a quien tienes a tu lado?.- Me duele que no me reconozcas
contestó él ¿Cómo puedes extrañarte que no te conozca?, si soy empleada de este
prostíbulo y mi deber es cobrarte lo que debes. Despiérnate, para que partas a
tu trajín diario lo mejor que puedas.- ¿ Qué Quién soy yo?, una prostituta más”Quiere
decir entonces dijo Bernabé, que ésta no es mi casa, que ésta no es mi cama, y
que Ud. no es mi esposa”. La mujer, que estaba desnuda en medio de la
habitación, se dio media vuelta sorprendida.
La imagen que le devolvía el espejo ya no
era la misma, no se veía como una
prostituta Por alguna ignota razón, sus facciones, su peinado, su maquillaje se
había diluido y se veía como una ama de casa. Podría tal vez, a esta altura de
su vida, retroceder su tiempo último y permitirse el tremendo lujo de
representar, aunque más no sea, como en
una comedia trágica, el papel de una respetable “señora de…, se dijo a sí misma,
“señora de nadie”.
Acompañaron su pensamiento, gruesos
lagrimones que se desplazaron por su rostro, dándole un marco grotesco. Bernabé, casi no veía, las sombras aún inundaban el
cuarto.
La hermosa silueta que pudo vislumbrar,
cuando quiso abrir los ojos, se diluía lentamente en la niebla oscura de la
pieza; un aroma desagradable lo envolvía todo; polvo viejo, humedad, resaca,
madera podrida, hasta olor a nido de roedores.
Se cerraron nuevamente sus ojos, la silueta
caminaba lenta, y perdía su garbo original, era una sombra gris. Sintió fuertes
golpes en su cara, una voz imperiosa le gritaba, “despierta, despierta”. Una
fuerte luz lo ubicó en una cama de
hospital.
Cuando Bernabé logró recuperarse, un médico
se e acercó, y le dijo suavemente al oído:” El accidente fue muy
grave, y debimos extirparle los genitales completos, pero eso si,
logramos salvarle las dos piernas. Bernabé tomando fuertemente el brazo
del cirujano, le reprochó: “¿y ahora doctor,
que me rasco en los tiempos libres,como empleado empleado municipal?”.
Làzaro