Durante años había estudiado música en el mejor conservatorio del país, se había perfeccionado en el arte de ejecutar el violín, su instrumento favorito. Pero por cuestiones de avatares políticos, tuvo que exilarse en Méjico, después de ser amenazado por una organización parapolicial.
El maestro era un perfeccionista y su carácter, insoportable. Tan maniático con sus cosas, que si encontraba desparejos sus pares de zapatos, los desparramaba por todo el dormitorio. Su mujer pensó dejarlo ir a Méjico solo y que se las arreglara como pudiera.
Fue a recalar a la ciudad de Guanajuato, capital del estado de mismo nombre, donde lo recogió un amigo músico de su infancia, que había emigrado varios años antes de la amenaza.
Totalmente ajeno al ambiente cultural de ese estado mejicano, debido a sus extraordinarias dotes artísticas, su amigo consiguió que le permitieran mostrar sus habilidades interpretativas de los clàsicos con el violìn en el más importante teatro del lugar.
La primera noche, con toda la carga emocional que significaba encontrarse en un país extranjero, que desconocía totalmente su cuirriculum, salió al escenario, tembloroso y completamente transpirado. Ante un público escaso y poco generoso con los aplausos, volvieron a su mente los “demonios y fantasmas” de su país a bloquearle los dedos.
El maestro hizo tripa corazón, ejecutando la serenata de Schubert, con una maestría sin igual, luego siguió con sinfonías de Mozart y otros clásicos de su repertorio.
Antes de terminar de ejecutar el último movimiento de la sinfonía número 42 de mozart, el teatro se derrumbaba en vivas de los presentes. El profesor se sintió tan gratificado, que le cayeron lágrimas de alegría, lo que fue advertido por el público, quien redobló los vítores.
Al día siguiente, un importante diario de la ciudad de Méjico, en una página exclusiva, se comentó sobre la extraordinaria actuación del maestro argentino.
Al recuperarse la democracia, el violinista regresó a su patria, ocupando en ese período, el cargo de primer violín en la orquesta sinfónica del teatro Colón,luego de haberse perfeccionado lo suficiente,con eximios profesores europeos.
Hace años que recorre el mundo desplegando su arte y desparramando por el camarín los zapatos mal acomodados. Su mujer tolera esos desplantes descontrolados con paciencia y amor, ya que parece ser su inevitable destino: conciertos impecables y zapatos desparramados.
LÀZARO
Muy bueno este cuento Rodolfo, me hizo acordar a la película El pianista. Y felicitaciones por este espacio, un abrazo!, Daniela.
ResponderEliminardani: esapelìcula me inspirò despues deverla 6 veces
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