el balero perdido
Aquel día, Alberto se levantó con ganas de ordenar el desván; estuvo toda la mañana sacando cosas y recordando de quiénes eran, hasta que descubrió, metido en una vieja caja de cartón, un balero de madera. Intentó jugar con èl y descubrió que le quedaba bastante habilidad, fue a su habitación y comenzó a practicar, recordando momentos de su infancia.
Era tanto el entusiasmo, que no almorzó por jugar con su balero antiguo. Durante la siesta tuvo a su mujer los dos hijos y la suegra frente a él, haciéndoles demostraciones con el balero.
Al llegar la hora de ir al estudio, lo primero que puso en su maletín entre los expedientes, fue sin duda el balero. En la oficina, lo sacó del portafolio y lo puso tiernamente sobre el escritorio. Cuando llegó su socio Raùl, una persona muy nerviosa y cargado de ira, debido a la forma en que desarrollaban sus tareas los empleados judiciales. Alberto le pidió le concediera unos minutitos y comenzó las demostraciones con el balero; jugaba y jugaba mientras Raúl lo miraba con paciencia y atención fingidas.
Hoy, Alberto está internado en un Hospital Privado, donde dos eminentes proctólogos tratan se extraerle el balero con el menor daño posible. Antes de entrar a cirugía solicitó que: “trataran de no cortar el piolín, porque era bueno como los de antes y lo quería guardar de recuerdo”. Como siempre hizo con sus cosas de niño¡.
LÀZARO
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