Ximena,
la Gordi
Ximena comenzó a sufrir cuando comenzó el secundario. La competencia
entre las jovencitas para acaparar la atención de los muchachos se agudizó al
pasar el tiempo.
A pesar de sus pocos años, a Ximena le atraía Julio; éste cursaba el
tercer año.
Para Julio lo más interesante eran los juegos con los compañeros, en
especial el básquet, que por su estatura se desempeñaba con soltura. Por lo que
no veía los arrebatos de atracción que ocasionaba a su paso; entre las que
también estaban las jovencitas mayores.
Ximena, que aún tenía los cachetes de la niñez, luchaba con su
impresión de ser gorda. Se agregaba para martirizarla, que sus amigas que le
decían ‘cariñosamente’ “Gordi”.
Entre las que conformaban su círculo íntimo, se encontraba una
prima, compañera desde la primaria, que entre charlas y consejos, le sugería
mil y una recetas adelgazantes.
Como su madre no le hacía caso a sus exigencias en las comidas, para
dominar el hambre comía caramelos minutos antes de sentarse a la mesa, o sacaba
de la despensa familiar una zanahoria y previo una lavada la ingería con el
mismo propósito.
Nada parecía darle resultado.
Su depresión fue en aumento.
Al salir a la calle sentía como si sobre ella se posaran todas las
miradas. Unas acusadoras, otras de misericordia, y las más, de desprecio por su
gordura.
Compró, a escondidas se su familia, un corsé con el que se ajustaba
el cuerpo.
Al cumplir los quince, su desesperación la atormentaba, al punto que
se negaba rotundamente a que le hicieran el tradicional festejo y ni qué hablar
de vestido.
Su madre comenzó a preocuparse, claro que al ser requerida por sus
otros hijos, no alcanzó a divisar la dimensión del drama que se estaba
gestando.
Se extrañó sobremanera cuando se negó a ir al cumpleaños de su
prima, de la cual era muy compañera.
Fue la abuela, en sus visitas a la ciudad, que advirtió después de
cuatro o cinco meses, sin verla, el estado desmejorado de Ximena.
Llamó la atención a su hija sobre el comportamiento de su nieta en
la mesa: comía poco y antes de que terminaran solicitaba retirarse para ir al
baño. La siguió y oyó desconsolada cómo su nieta querida lanzaba arcadas.
La pediatra que atendía a Ximena desde su nacimiento realizó una
junta con la psicóloga y los padres de la jovencita. Utilizando el pretexto de
una revisión de rutina, la citaron a una consulta. La excusa, válida, pues la
inestabilidad emocional, el bajo aporte de nutrientes en la todavía edad de
crecimiento, le estaba produciendo irregularidades en sus menstruaciones.
La asustaron con una enfermedad inexistente para que accediera a
internarse por unos días, en los cuales, una dieta rigurosa, el aporte
psicológico y el amor de sus padres le trajeron calma y paz a su golpeada
estima.
Hoy, lleva en su bolsillo como recordatorio, la foto que le sacaron
semidesnuda en la clínica, no puede creer que esa criatura piel y huesos, haya
sido ella cuando la tormenta de incertidumbre la atenazaba.
Luis Alberto Guiñazú
Página literaria: Http://pasequelecuento.blogspot.com
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