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En este blog encontraran los esfuerzos literarios de un grupo de amigos reunidos por su amor a la escritura que buscan difundir a todo el mundo los recovecos de su alma plasmados con la impronta dejada en estas letras

13/9/13

Ximena, la gordi de Luis A. Guiñazú

Ximena, la Gordi
Ximena comenzó a sufrir cuando comenzó el secundario. La competencia entre las jovencitas para acaparar la atención de los muchachos se agudizó al pasar el tiempo.
A pesar de sus pocos años, a Ximena le atraía Julio; éste cursaba el tercer año.
Para Julio lo más interesante eran los juegos con los compañeros, en especial el básquet, que por su estatura se desempeñaba con soltura. Por lo que no veía los arrebatos de atracción que ocasionaba a su paso; entre las que también estaban las jovencitas mayores.
Ximena, que aún tenía los cachetes de la niñez, luchaba con su impresión de ser gorda. Se agregaba para martirizarla, que sus amigas que le decían ‘cariñosamente’ “Gordi”.
Entre las que conformaban su círculo íntimo, se encontraba una prima, compañera desde la primaria, que entre charlas y consejos, le sugería mil y una recetas adelgazantes.
Como su madre no le hacía caso a sus exigencias en las comidas, para dominar el hambre comía caramelos minutos antes de sentarse a la mesa, o sacaba de la despensa familiar una zanahoria y previo una lavada la ingería con el mismo propósito.
Nada parecía darle resultado.
Su depresión fue en aumento.
Al salir a la calle sentía como si sobre ella se posaran todas las miradas. Unas acusadoras, otras de misericordia, y las más, de desprecio por su gordura.
Compró, a escondidas se su familia, un corsé con el que se ajustaba el cuerpo.
Al cumplir los quince, su desesperación la atormentaba, al punto que se negaba rotundamente a que le hicieran el tradicional festejo y ni qué hablar de vestido.
Su madre comenzó a preocuparse, claro que al ser requerida por sus otros hijos, no alcanzó a divisar la dimensión del drama que se estaba gestando.
Se extrañó sobremanera cuando se negó a ir al cumpleaños de su prima, de la cual era muy compañera.
Fue la abuela, en sus visitas a la ciudad, que advirtió después de cuatro o cinco meses, sin verla, el estado desmejorado de Ximena.
Llamó la atención a su hija sobre el comportamiento de su nieta en la mesa: comía poco y antes de que terminaran solicitaba retirarse para ir al baño. La siguió y oyó desconsolada cómo su nieta querida lanzaba arcadas.
La pediatra que atendía a Ximena desde su nacimiento realizó una junta con la psicóloga y los padres de la jovencita. Utilizando el pretexto de una revisión de rutina, la citaron a una consulta. La excusa, válida, pues la inestabilidad emocional, el bajo aporte de nutrientes en la todavía edad de crecimiento, le estaba produciendo irregularidades en sus menstruaciones.
La asustaron con una enfermedad inexistente para que accediera a internarse por unos días, en los cuales, una dieta rigurosa, el aporte psicológico y el amor de sus padres le trajeron calma y paz a su golpeada estima.
Hoy, lleva en su bolsillo como recordatorio, la foto que le sacaron semidesnuda en la clínica, no puede creer que esa criatura piel y huesos, haya sido ella cuando la tormenta de incertidumbre la atenazaba.
Luis Alberto Guiñazú



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