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BIENVENIDA A LOS LECTORES

En este blog encontraran los esfuerzos literarios de un grupo de amigos reunidos por su amor a la escritura que buscan difundir a todo el mundo los recovecos de su alma plasmados con la impronta dejada en estas letras

23/7/11

las vacaciones

En el Café cuadro de Gustavo Poblete
Las vacaciones
Luis Alberto Guiñazú
Córdoba, 22 de diciembre
Querida Almita:
                    Hoy me enteré que debo tomarme las vacaciones, y como hace tantísimo tiempo que no sé nada de ti ni de tus niños, supongo que estarán grandísimos. Me gustaría mucho poder volver a verlos.
Como de un tiempo a esta parte no logro retener bien las cosas en la memoria no logro encontrar dónde es que anoté tu número de teléfono: es por ello que no te comuniqué por ese medio de mi decisión de ir a verlos, espero que no siga haciendo frío en Trelew para esa fecha; el doctor me prohíbe que tome frío por mis huesos. Le llevaré un lindo regalo a cada uno, pero debes comunicarme para eso cuáles son los gustos de tus hijos.
Con cariño los beso con el corazón, tu padre.
Felipe
P/D: Iré solo, a tu madre hace mucho que no la veo, no me permite entrar más a casa. Si le hablas o le escribes, pídele que me deje buscar mis libros preferidos, yo sé que ella te escuchará.

Luego de releer la nota, satisfecho, la introdujo en un sobre, lo pegó y quedó dudando un rato. Se sacó el guardapolvo, se puso su chaqueta, se calzó el sombrerito alpino que usaba últimamente, y deslizó el sobre en el bolsillo del saco.
Acomodó los pocos elementos que estaban sobre la mesa y se dispuso a salir.
Al pasar por las otros escritorios saludaba afectuosamente con la mano a los parroquianos; algunos no le hacían caso y al que lo miraba interrogante, le informaba que se tomaba sus merecidas vacaciones.
Pasó distraído por enfrente de los que montaban guardia en la puerta, a quienes saludó con un gesto. Pensaba en dónde había dejado anotado la dirección de su hija. Afuera, un señor de cara afeitada, con un mostacho que caía a los costados de la comisura de los labios, y al que le parecía haberlo conocido de antes, se le paró en frente.
“¿Ya se va doctor? Lo vamos a extrañar, cuando quiera venga a jugar una partidita de mus” le dijo risueño, mientras le tomaba la mano y se la sacudía.
“¿Sí?, bueno gracias, lo tendré en cuenta. Cierto que hoy me voy de vacaciones; ¡oh!, por la emoción, olvidé marcar mi tarjeta” dio media vuelta y regresó buscando el mueble tarjetero.
Aquella empresa no era muy grande, poseía solamente una veintena de fichas. El doctor rebuscó hacia arriba y hacia abajo, a derecha e izquierda, pero no halló la suya. Se fue poniendo de mal humor; una convulsión de ira le arrebató y sacó todas las cartillas arrojándolas al suelo con furia.
“¡Eh!, ¡usted!, ¿está loco? Qué se ha creído” un robusto mocetón con cara de pocos amigos salió de una piecita que dominaba el reloj y el mueble con los cartones de los empleados. Lo tomó de la solapa y lo zamarreó.
“¡Déjalo Romero, que al doctor lo autorizaron” uno de los empleados, sentados frente a la puerta, que salió a defenderlo “Tome doctor, aquí está su tarjeta, la pusieron aparte, porque hoy es su último día, no se olvide que se va ir de vacaciones”. le entregó una tarjeta, de otro color, pero con su nombre remarcado en forma notable “Me la dejaron cuando salió casi sin despedirse, y yo se la marqué.” –y con voz calma le siguió explicando “Olvide el mal momento, que Romero es el nuevo jefe de personal y no le avisaron que se iba.”
“¡Ah!, bueno no importa; ¡hasta la vuelta!” dijo más tranquilo y salió a la calle.
“¿Y éste?” preguntó Romero extrañado.
“Es el vecino de enfrente, y es muy amigo del dueño, como que supo salvarle la vida a su hija Almita. Le deja estar en el bar del complejo, total no molesta a nadie; se pasa horas leyendo, escribiendo, y toma litros de café; la verdad no sé cómo hace para dormir.”
“¿Y por qué es eso?” inquirió picado de la curiosidad
“Porque el pobre le pasó todo al mismo tiempo, se le murió la mujer, lo jubilaron y perdió un juicio por mala praxis que lo dejó en la calle. A consecuencia de ello, cayó en una depresión de la gran flauta y desde entonces vive en la pensioncita de enfrente. Almita lo reconoció y lo trajo, él la quiere como a una hija. Pero, se fueron, al marido de ella le salió un flor de trabajo en el Sur; se ve que le afectó mucho, porque desde entonces se puso más cargoso y el jefe, un poco para calmarlo y otro poco para sacárselo de encima, le dijo que le daba vacaciones por un año y él se puso tan contento que no habla de otra cosa”.

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